Publicado por Planeta en abril de 1956.
188 páginas (ADE).
Esta segunda novela de Carmen Kurz viene, un año después del éxito obtenido por Duerme bajo las aguas, a demostrar una auténtica vocación literaria.
La vieja ley es tan varia en su forma expresiva como en su contenido. En la primera parte, dedicada a los cuatro hombres que influyen de un modo decisivo en la vida de la protagonista, la autora logra amoldar su estilo a la psicología de cada uno de ellos.
La segunda parte del libro, narrada en primera persona, es como el relato vivido de alguien que se nos confiara.
Victoria Iturbe, fruto de una mala época, de una educación caduca, arbitraria, es también figura representativa de una generación. Esa generación intermedia de adolescentes que durante la guerra no supieron o no fueron capaces de asimilar un cambio radical en el concepto de la vida.
Todos los personajes del libro tienen legítima razón de ser. Nada sobra en este relato, de estilo claro y deliberadamente desprovisto de largas descripciones. Carmen Kurz, magnífica creadora, sabe pensar y sufrir con sus personajes.
La lectura del libro, quizá debido a su variedad, se hace apasionante. Otra vez la autora de Duerme bajo las aguas nos da una muestra de su profunda y valiosa sinceridad.
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