Publicado por A.T.E. en mayo de 1975.
Título original: La nouvelle vague des soucoupes volantes.
Traducido por Sofía Noguera.
209 páginas (ADE).
La nueva ola de los platillos volantes era esperada por todos los científicos interesados por los ovnis. Se habían tomado medidas para detectar y analizar a los objetos volantes no identificados y calcular sus rutas. Las previsiones dieron resultado y numerosas observaciones pudieron ser estudiadas.
Los ovnis aparecieron en su momento y sus trayectorias de vuelo fueron seguidas incluso por aviones del ejército francés y estadounidense. Todo ello proporcionó el material de este libro imprescindible para un exacto conocimiento de la situación actual del problema de los platillos volantes.
* * *
Guardo, de mi niñez, dos pequeñas-grandes decepciones.
Cuando la editorial Bruguera empezó a publicar la revista "Gran Pulgarcito", mi madre transigió en comprarme el ejemplar semanal, que yo coleccionaba amorosamente.
En las vacaciones playeras de verano (era junio del 69) no había fácil acceso a quioscos de prensa y cuando, en una excursión a un pueblo cercano, localicé uno, el "Gran Pulgarcito" de la semana se había agotado. ¡Y era el que contenía la entrega final de "El Sulfato Atómico"!
Me compraron otro título de Bruguera, componenda que no alivió mi desconsuelo.
De vuelta a la capital, pregunté en mi quiosco habitual si me podían conseguir el número atrasado. Era posible; pero recibí la negativa de mi madre: "sólo un tebeo a la semana y ya te compraste uno en sustitución del GP agotado". Me quedé sin saber cómo terminaba la historieta de Ibañez. Creo recordar que hubo lágrimas.
Este drama infantil ya está, lógicamente, reparado. ¡Tengo el álbum con la historia completa!
Me quedaba por reparar este otro.
Varios años después, en el mismo lugar de vacaciones, coincidí con un grupo de chicos y chicas más o menos de mi edad, con los que hice buena amistad "veraniega". En el grupo había una niña muy linda, algo mayor que yo.
A mí, ya sabéis, me gusta leer, y ella me vió con este libro en las manos. Debió interesarle y me pidió que se lo prestara. Leí furiosamente para acabarlo, y al día siguiente, cuando lo busqué para llevárselo a la muchacha, el libro no estaba. Mi madre lo había cogido y se lo había dejado, sin preguntarme, a una amiga suya.
Las vacaciones terminaron y el libro no volvió a mis manos.
Tengo esta deuda, pues, desde hace medio siglo.
Ahora la pago.
Este libro que me pediste, aunque no tengo ni idea de dónde estás, es para ti.