miércoles, 23 de abril de 2025

El jardín de los muertos (Eduardo Aunós)

 

Publicado por Planeta en abril de 1954.
137 páginas (ADE).

El escritor viajero es el que viaja para escribir, para relatar, con más o menos destreza, lo que ha visto o lo que más intensamente ha calado en su espíritu. Aunós, además de viajero, es un soñador; no se detiene en lo superficial ni siquiera lo mira. Por eso capta mundos lejanos, pasados o futuros. Extrae consecuencias y medita extensamente. Cuida, sobre todo, de no desbordarse al juzgar a los hombres ni los acontecimientos. Y con su lenguaje, hermoso y contenido, nos lleva por caminos, aparentemente fáciles y diáfanos, al mundo sin límites de los pensadores profundos.

He aquí este Jardín de los muertos, cargado de interrogantes sobre la conducta humana. Es la muerte quien nos sobrecoge ahora en lo que tiene de externo, de aparente intrascendencia, de humana, al fin. La muerte en lucha con el amor, con la juventud, briosa e inexperta, que busca la verdad por los senderos del cementerio. La muerte interpretada con opuesto signo por la codicia, la sabiduría, la fría experiencia de la edad madura, en su resignada actitud frente a lo irremediable. «Señor, ¡a qué manos van a parar nuestros muertos!»

Eduardo Aunós, al poderse despreocupar de tareas más acuciantes, se encontró a sí mismo en el terreno de la literatura, una literatura seria, sin piruetas innecesarias o poco elegantes. Una literatura de matiz filosófico, plena de juventud y de idealismo. Si, como acertadamente ha dicho un crítico, Aunós marca en su «Discurso de la vida» un nuevo giro en su quehacer intelectual; si con «Los Viñadores de la última hora» acertó a plantear el tema de un amor difícil que halla su total floración más allá del mundo visible, en este Jardín de los muertos nos introduce de plano en un terreno lleno de misterio, de zozobras y de fúnebres maquinaciones, muy poco trillado hasta ahora. El jardín de los muertos es una admirable lección para los vivos, resultado feliz de largas y profundas horas de soledad, enriquecidas por una cultura refinada y abierta a todas las influencias.

sábado, 12 de abril de 2025

La casa de madera (María Teresa Cazurro)

 

Publicado por José Janés en junio de 1950.
271 páginas (ADE).

El jurado —compuesto por Eugenio d’Ors, John Knittel, Luis Santa Marina, Salvador Dalí y Fernando Gutiérrez— que otorgó por segunda vez el Premio Internacional de Primera Novela correspondiente al año 1948, hizo constar en su acta el título La casa de madera, original de María Teresa Cazurro, como una de las obras que seguían en méritos a la novela ganadora del Premio, Zubeldia, recomendando en consecuencia su publicación. Cumpliendo el acuerdo del jurado, aparece hoy La casa de madera, y con ella dase a conocer un nuevo valor de la novelística española, cuyos méritos se destacan con la nitidez típica de toda vocación novelística.

María Teresa Cazurro opina que hasta su propio nombre debería en rigor desaparecer para que ninguna razón personal o de ninguna otra índole pesara en el juicio del lector, salvo los valores positivos de la obra en sí, a la hora de decidir si La casa de madera cabe ser considerada como una novela continuadora de la gran tradición novelística española. El cosmopolitismo del ambiente en que la acción de La casa de madera transcurre, induce inmediatamente a pensar que un aura de universalidad ha entrado en nuestro ámbito novelístico, aportándonos, no sólo un nuevo nombre, sino corrientes renovadoras.

* * *

No he podido encontrar ninguna referencia biográfica o bibliográfica de María Teresa Cazurro. Aparentemente vio publicada esta interesante novela de ambiente colonial, y desapareció sin dejar rastro.

Si algún lector conociera algún dato de la autora y tuviera la amabilidad de facilitármelo, le estaría muy agradecido. Tengo una gran curiosidad.