Publicado por Taurus en marzo de 1956. Número 16 de la colección El Club de la Sonrisa.
Título original: Le gangster aux étoiles.
Versión española: Miguel de Salabert.
142 páginas (ADE).
“El hombre que no quería ser gángster” es una tragedia, sólo que al revés. Es una tragedia que hace risa, mucha risa. Es la tragedia del terrible Fiera La Pulga, el probo gángster que, al precio de muchos sacrificios y de más víctimas, ha levantado un Imperio de gángsters (350 hombres a golpe de ametralladora sueltos sobre París) en el mando del cual se niega a sucederle, bajo el vergonzoso pretexto de ser poeta, su hijo Frankie (rubio, sin una buena cicatriz ni un viril tatuaje que llevarse a ninguna parte, con unos ojos azules y soñadores hasta el vómito), la oveja negra, el baldón de una familia ostentadora de rancios títulos aristocráticos, por parte de madre, entre los nuevos ricos del crimen.
La acción de esta originalísima novela se asoma a París, Londres, Nueva York, Sicilia, Palermo y al Pacífico. Y por todas partes va Frankie, en su proceso de regeneración, sembrando el mal, destruyendo las vidas de los cinco grandes gángsters del mundo y sus poderosos trusts del crimen; haciendo de la temible Pantera de Broadway, la “vamp” detentadora del mayor record de suicidios, bancarrotas, altas traiciones y abrigos de visón, un tímido gatito sin uñas. Éste era Frankie. Éste es el hombre que culminó su vergonzosa carrera con la creación de la “Banda de Angeles”, suelta sobre París para hacer el bien a manos llenas.
Pero Fiera La Pulga pudo morir con la conciencia tranquila... de haber hecho todo lo paternalmente posible por salvar a su descarriado hijo Frankie. Usted podrá juzgar de esto. Pero antes, vaya preparándose. Para la risa y la sorpresa. Aquí, toda la risa es poca.
Jean Paul Lacroix, el célebre humorista francés, se revela doblemente como uno de los mejores maestros de la “novela negra” y uno de los más grandes humoristas actuales. Más aún, como creador de un humorismo nuevo, extraño y sorprendente, dentro de un mundo en el que se cambian los valores y las etiquetas y del que el lector sabe a qué carta quedarse: la de la risa. Y en movimiento continuo.
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