Publicado por Taurus en enero de 1958. Número 48 de la colección El Club de la Sonrisa.
176 páginas (ADE).
“¿Cuándo comenzaste a sentirte humorista?”, hemos preguntado a nuestro autor de hoy. Y afirma muy formalmente que al nacer, porque a los que se asomaban a verlo ya les hacia gracia. Y tan convencido está de ello, que rechaza con indignación nuestro supuesto de que las sonrisas fuesen debidas al extraño aspecto que presentaba. Siguiendo con su biografía y su anexión al humorismo, afirma que tuvo conciencia plena de su destino al sentirse un joven melancólico.
En el libro con que se estrena en nuestra Colección —otra novela del mismo tipo que le fué publicada por Aguilar, S. A., en 1957 se va a editar ahora en Budapest por la “Europa Konyvkiado”— el protagonista, que descubre —con la ayuda de una guapa chica, ello es cierto— al autor de un complicado e insospechado crimen, no se llama Sherlock Holmes, ni Arsène Lupin, ni Raffles, ni Rouletabille, ni Charlie Chan, ni Philo Vance, ni Perry Mason, ni Nero Wolfe, ni Padre Brown, ni Maigret, ni Poirot. Se llama, simplemente, Pedro. A secas. O, estirándose un poquito, Pedro Balsera. ¿Hay modo de imaginárselo? Pero es que la vida tiene esas piruetas. Y el autor se ha limitado, dice, a registrar cuanto la vida ofrece de risueño. Le miramos con cierto recelo, temiendo que, con su aire de seriedad, nos esté tomando el pelo.
Mas él, para convencernos, se limita a enseñarnos un periódico que lleva en la mano. Y en el periódico, este anuncio: “¿Quiere tener un piso barato, un modesto hogar sólo a quince kilómetros de la Puerta del Sol? Pues no tiene más que desembolsar 90.000 pesetas y pagar luego, con toda clase de facilidades, 2.000 mensuales durante treinta años. Más Banco.”
Y luego, este titular a toda plana: “Los embalses han aumentado, durante la última semana, su caudal de agua en (se produce un apagón y hemos de aguardar quince minutos para seguir) cuatrocientos millones de litros cúbicos.”
Nos ha convencido. La vida es así de risueña.
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