Publicado por Espasa Calpe en agosto de 1944. Número 461 de la colección Austral.
112 páginas (ADE).
José Martínez Ruiz, Azorín, nació en Monóvar (Alicante) en 1873. Es una de las figuras principales de la llamada generación del 98, junto a Baroja, Valle-Inclán, Unamuno y Maeztu. Su invención es observadora y estilista, pues estriba tanto en una especial visión de las cosas como en una prosa matizada a lo clásico, pero sin perder su tono moderno: “Primores de lo vulgar” llamó Ortega a esta creación de Azorín que hace resaltar lo pequeño y lo inadvertido entre cristales de paisaje. Ardua ha sido la tarea de este gran escritor, pues ha rejuvenecido a los clásicos y se ha rejuvenecido con ellos él mismo. La Colección Austral ha publicado sus Lecturas españolas, Trasuntos de España, Españoles en París, Don Juan, El paisaje de España visto por los españoles, Visión de España, Tomás Rueda, El escritor, Capricho, Los dos Luises y otros ensayos, De Granada a Castelar, Las confesiones de un pequeño filósofo, María Fontán, Los clásicos redivivos, Los clásicos futuros, El político, Un pueblecito: Riofrío de Ávila, Rivas y Larra, Con Cervantes, Una hora de España, El caballero inactual, Pueblo, La cabeza de Castilla, Salvadora de Olbena, España, Andando y pensando, De un transeúnte y Blanco en Azul.
De este libro ha dicho el propio Azorín: “Tal vez éstas son las páginas que el autor —a lo largo de su carrera— ha escrito con más fervor, con más alacridad.” Los cuentos de Azorín salen de la nada, como las criaturas de Dios, y después se forman en la vida y tienen destinos preformados que, por más que no lo quieran, son los que los agobian o los matan. Azorín se encara con el destino. ¿Lo acepta? ¿No lo acepta? El caso es que apunta perfectamente la hora de su presentación y sus extrañas complicaciones. Azorín aumenta la tensión y el enredo de la vida —objeto supremo del arte— y compone en sus cuentos unas existencias que después de identificar muy bien como premisas humanas, se desmoronan como si lejos alguien hubiese dado al botón de las explosiones. Azorín sabe como nadie inquietar a lo irremovible y acrecentar lo cotidiano. Sus cuentos son inesperados y fortuitos, cayendo los dados en insólitas posturas de azar. Seres limpios, dignos y de gran hondura espiritual, se resisten al mal y prefieren desvanecerse a prevaricar, a perder su ingenuidad inefable.
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